Episode 443: 25 de Septiembre de 2024 - Devoción Vespertina - ¨Salmos¨

Daniel Ramos Podcast

DEVOCIÓN MATUTINA VESPERTINA

“SALMOS”

Narrado por: Joyce Vejar

Desde: Arizona, USA

Una cortesía de DR'Ministries y Canaan Seventh-Day Adventist Church
25 DE SEPTIEMBRE

SALMO 20:3-4

«Que te conceda lo que tu corazón desea; que haga que se cumplan todos tus planes» (SAL. 20:4).

Como cristiano, seguro habrás notado que en el presente hay creyentes que tienen una comprensión deficiente del propósito de ofrendar a Dios. Sin embargo, el rey David comprendía que ofrendar es un honor y no una carga en la que «hacemos el favor» de dar a Dios. Por eso David oró al Padre así: «Pero ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que podamos darte estas ofrendas voluntarias? En verdad, tú eres el dueño de todo, y lo que te hemos dado, de ti lo hemos recibido» (1 Crón. 29:14).

Sobre este principio habla el Salmo 20. Este es catalogado como un salmo real, porque fue escrito como una oración a favor del rey antes de una batalla. Los versos 4-5 nos recuerdan los tiempos de los profetas que llamaban al pueblo a ofrendar a Dios, pero con manos y corazón limpios (Isa. 1:11). A eso alude el salmista cuando afirma: «Que se acuerde de todas tus ofrendas; que acepte tus holocaustos» (Sal. 20:3). Es verdad que algunos sacrificios eran para buscar perdón y limpieza de algún pecado. Sin embargo, Dios llamaba a que los holocaustos vinieran de un corazón verdaderamente arrepentido. Y a eso llama el salmista al rey, por eso desea que Dios halle su corazón dispuesto y las ofrendas entregadas resultaran aceptables al Señor.

Selah es una palabra que tiene connotación musical y litúrgica que representa una pausa en los Salmos. Después de esta pausa, el salmista expresa su deseo de que Dios cumpla los anhelos del rey. ¿Cuáles eran esos anhelos? Probablemente el deseo del rey era ganar la batalla para proteger al pueblo que lideraba, lo que redundaría en testimonio público de que el Dios de Israel es el todopoderoso y no hay dios fuera de Él.

Dicho esto, te pido que analices estas preguntas: ¿qué te motiva a ofrendar?, ¿por qué lo haces? También reflexiona en lo siguiente: ¿cuáles son los deseos principales de tu corazón?, ¿en qué posición está tu deseo de honrar a Dios?

Nuestro crecimiento no se mide por nuestras ofrendas, ni siquiera por la cantidad de ellas, pero un corazón maduro ofrenda a Dios con la actitud correcta y con los propósitos correctos. No damos a Dios para que nos dé más —aunque Él es generoso—, sino que ofrendamos a Dios como agradecimiento por lo que Él nos ha dado. La mayor ofrenda que podemos dar es nuestra vida en obediencia y honra para Él (1 Sam. 15:22).